Simón, Elena, los juegos de feria y los animalitos.

 Leer "Los ojos verdes de Pilar"



¿Todo bien con Fer?

Todo bien, no nos dio chance de bajar a despedirlo. Dijo que seguro no nos dejarías entrar a la casa si pisábamos el aeropuerto. 

Pues tiene razón. No entiendo la necedad que tienen en andarse exponiendo. No entienden el significado de cua-ren-te-na. 

Al rato que pase por la tía Gaby y mis primos me voy a rodar en el piso del aeropuerto y voy a venir a abrazarte.

¿Qué haces Marian?

Intento hacer puchero...  Tuve que sacar la olla más grande, con la tía, Debo y San somos más de 10.

¿Será que cuando papá mejore, Rosy quiera volver a cocinar? Extraño comer rico.

¡No me zapees Mariana! Seguro te queda delicioso el puchero.

¿Le vas a poner zanahorias? Papá siempre ha odiado las zanahorias. Cuando era niño y tocaba comer puchero, agarraba su bici cuando veía que le ponían zanahoria a la olla. Primero pasaba a casa de la abuela Pilar. Al ver que también le ponían zanahoria, se seguía a casa de la abuela Elena. Ella siempre le preparaba una olla aparte sin zanahoria. 

En lo que pico cuéntanos de la abuela Guabrila, ándale. 


La chichí Elena siempre portaba el pelo largo, desde que llegó a Mérida se convirtió en su tesoro más preciado. Se sentaba horas frente a su tocador, y lo peinaba por mucho tiempo, cuidando que cada uno de los cabellos quedaran acariciados por las cerdas naturales de su cepillo con mango de marfil. 

Elena llegó a Mérida antes de ser adolescente, y el cambio le sentó bien. Aquella lágrima que soltó al salir de su hacienda, fue la última que derramó por su primer hogar. Muy pronto encontró la vida en Mérida como un gran nido de aventuras que descubrir. Sentía que había cambiado aquella selva arbolada como patio trasero, por una ciudad entera. 

En Mérida, Elena llevaba clases de piano, de literatura y de buenos modales, con dos y a veces hasta tres tutores. Uno de ellos, se encargó de instruirle en los movimientos que sucedían alrededor del mundo, específicamente en Europa. Elena fue admiradora y seguidora del movimiento feminista, liderado por la gran Elvia Carrillo Puerto, la Monja Roja del Mayab.

Elena tenía un gran ejemplo de una mujer fuerte en casa, su madre Elena había montado la panadería donde se conseguía el mejor francés de Yucatán, así como el pan de natas, preparado con la mantequilla holandesa, conocida comúnmente como "la mantequilla azul". No sólo eso, sino además se había asegurado de contratar únicamente mujeres repartidoras, para apoyar al "sexo débil" de su ciudad. También era muy astuta, ya que con esto garantizaba que el pan llegaría más limpio a su destino (otro día les explico por qué, no quiero arruinarles el apetito y mi hermana está haciendo la comida). Doña Elena también había tenido la ocurrencia de regalarles a sus repartidoras un trozo de chicle, para evitar que comieran en su ruta por la ciudad blanca.

La madre de Elenita, su amoroso padre, y sus tutores, ayudaron a hacer de Elena una mujer inteligente, elegante, tranquila y con un gran sentido de la justicia, lo cual le ayudaría a ganarse la amistad incondicional de la nana Emilia, a quien conoció cuando ambas eran adolescentes, y que se acompañarían hasta su vejez. 

Elena se enamoró perdidamente de Simón. Lo que pueda escribirse o contarse sobre el abuelo Simón, sería pobre. El abuelo Simón era espectacular, encantador y fascinante. Era muy guapo, pero lo mismo hubiera dado que no lo hubiera sido. Simón era un hombre capaz de envolver a cualquiera en historias. 

Simón tuvo muchos negocios, con su madre montó una de las primeras tiendas que manufacturaba y vendía los famosos vaqueros o jeans. Pero a lo que dedicó gran parte de su vida, fue a la vida de las ferias. En uno de los viajes que hizo, pudo ser a Europa o a Nuevo Orleans, quedó fascinado por la explosión de luces que abrigaba infinidad de juegos y deliciosas golosinas. No podía más que asombrarse cómo un espacio que estaba montado en la nada, podía dar tanta alegría a niños, parejas, personas mayores y hasta algunos perros que buscaban la comida que algún distraído dejara caer al suelo. Aún más mágico pensar que en un solo día ese oasis de entretenimiento podría desaparecer, como si nada hubiera pasado y todo hubiera sido un gran sueño compartido por las personas que estuvieron ahí la tarde anterior. Simón empezó por comprar un carrusel. 


De ahí sacó la tía Chuli los caballitos que tiene en la entrada de su casa. 

¿En serio? Pensé que era porque a sus hijas les gustaba montar a caballo. 

¿Cómo crees Mariana? Las hijas de Chuli tienen 20 años. Los caballos llevan ahí desde que tenemos uso de razón. 

No me regañes, soy tu hermana mayor. Guabrila, dile a Mario que no me regañe. 

Mejor sigue con tu cuento nena. 

Simón también se encargó de traer la primera rueda de la fortuna a la Península, acercando a todos los yucatecos un poco más cerca del cielo, a falta de montañas. Cuando tenía una colección de media docena de juegos, empezó a llevarlos hacia Veracruz y hasta Belice, deteniéndose en cualquier poblado que tuviera electricidad y un espacio para montar una feria. Pero sobre todo, donde sentía que las personas necesitaban una aventura nueva.

No es difícil imaginar lo que vio Elena en Simón. Se casaron y se amaron inmensamente. Tuvieron seis hijos: Ena, Nidia, Graciela, Alberto, Simón y Raúl. 

Simón dominaba cualquier espacio y cualquier conversación, pero de vez en cuando callaba para escuchar a Elena. Le encantaba escuchar las historias que contaba sobre su infancia en la hacienda. Un día le preguntó qué era lo que más extrañaba de aquél lugar. Elena lo pensó por unos segundos, y depués respondió, "mis animalitos". 




Simón, quien viajaba mucho con los juegos mecánicos en las ferias de la península y más allá, empezó a traer animalitos para Elena. Entre los más queridos, fueron un chango capuchino, quien vivía en el árbol de mamey, justo frente a la ventana que daba al tocador de Elena. Ahí el chango observaba cuidadosamente cómo la abuela Elena, después de lavarse el cabello con agua de lluvia -debía ser agua de lluvia para no maltratarlo- se peinaba con su cepillo, se colocaba talco con la mota de algodón. Después se peinaba en un chongo para acomodar su largo pelo, para después vestirse y finalmente colocarse sus aretes de filigrana. 

Un buen día, entró para encontrar a aquél chango, imitando a Elena, ahora de color blanco por todo el talco que se había puesto encima y ahora tratando de peinar su pequeña cabeza con el cepillo de Elena. Elena soltó una carcajada, misma que asustó al pequeño, quien corrío a la ventana y saltó al árbol antes de poder completar la rutina de belleza. 


¿Habrá sido el mismo chango que trató de asesinar a papá?

¿De qué hablas Güero?

El abuelo Simón tenía un chango asesino, trató de ahorcar a papá cuando era niño.

No es cierto eso, ¿verdad que no nena?

Tiene razón el Güero... papá decía que era porque le tenía celos de ser el nieto consentido de Simón. 

Qué horror. No le cuenten eso a mis hijos o no van a querer volver al Centenario. 

Creo que le falta algo a mi puchero... se me acaba de ocurrir la mejor idea. ¿Y si le pedimos a la tía Gaby que se encargue de coordinar la cocina? Nos alivianaría mucho a todos y además comeríamos delicioso. 

Excelente idea... Güaby, sigue con tu cuento.


Elena era una mujer moderna, educada y encantadora. Pero Simón, se robaba la escena en donde estuviera. Incluso cuando falleció. Simón tuvo muchos negocios, viajó muchas veces más que sus conocidos, y enamoró a muchas mujeres y a uno que otro caballero. Cuentan que alguna vez se quedó en Cuba seis meses por una fiesta que no parecía terminar jamás. Elena lo sacó de su casa alguna vez, poniendo su propio negocio de costureras para no depender de él. Unos años después lo perdonó bajo el pretexto de proteger a sus hijas cuando ya estaban en edad de casarse, pero la realidad es que lo extrañó tanto, que decidió aceptarlo como era. Prefería una vida de imperfectas aventuras con Simón, que una vida tranquila sin él.

Simón viajó con su hijo a Belice para atender unos asuntos. Mientras reía de un chiste en una cantina, el legendario Simón sufrió un infarto fulminante a sus 72 años. Sacar su cuerpo sería una pesadilla, le contaron los amigos de Simón a su hijo con el mismo nombre. Por lo que le ayudaron a vestirlo muy bien, lo peinaron con goma, y le pusieron unos lentes oscuros, para después acomodarlo en su automóvil. Su hijo Simón lo llevó como copiloto a su natal Yucatán, para ser velado y enterrado en casa. 

Elena vivió muchos años después de la muerte de Simón. Acostumbraba comer mucha fruta, en especial el mamey, la guanábana y el saramullo. Todos los días compartía una cerveza con la nana Emilia al mediodía mientras conversaban. Elena era cuidadosa con sus palabras, tomándose el tiempo para hablar puntualmente. Jamás perdió aquella fortaleza que desde niña le caracterizó. Cuando tenía casi 100 años, usando andadera y caminando sin prisa, conoció a su bisnieto más pequeño. Su nieto Mario y su esposa Rosy fueron a visitarla, al poco tiempo de nacer su hijo. Rosy acercó con cuidado al bebé para que le viera la cara. Elena lo tomó repentinamente, se lo arrebató para cargarlo en sus brazos a pesar del miedo de su nieto Mario. "Es un niño hermoso", dijo con una sonrisa. 


¿Cuál fue el último bisnieto?

Fernando Cámara. Y en efecto, estaba hermoso el nené. 

¿Nuestro Fer?

Sí Mariana.


SIMON CÁCERES BAQUEIRO             ELENA CASTILLO VALES

 💙

ENA CÁCERES CASTILLO

NIDIA CÁCERES CASTILLO

GRACIELA CÁCERES CASTILLO

ALBERTO CÁCERES CASTILLO

SIMÓN CÁCERES CASTILLO

RAÚL CÁCERES CASTILLO


Leer "La boda de los tíos de Ligia."


Comentarios

  1. Cuantas horas de diversión infantil debo a los juegos mecánicos de "Atracciones Simón Cáceres"... Los instalaban frecuentemente en la Plaza de Itzimná y también cerca del Parque de las Américas. Eran los únicos a los que mi papá nos permitía subir pues decía estaba seguro recibían buen mantenimiento.

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