La boda de los tíos de Ligia.

Leer "Simón, Elena, los juegos de feria y los animalitos."


La verdad, les quedó bueno el puchero a Mariana y a la tía Gaby. Guaby, acompáñame con un whisky. 

¿Queda del de "niñas"? No me gustan los tuyos, saben a petróleo. 

Petróleo delicioso. 

Fó. Sírvelo con un hielo bonito en lo que te cuento el que sigue. 

Coming right up!


Ligia, una de siete hermanos, tenía un tío favorito: Mario, uno de los hermanos menores de su papá. Mario se asemejaba más a su primo mayor, ya que sólo le llevaba 15 años de diferencia.

Mario nunca tuvo grandes habilidades sociales, sin embargo, con Ligia tenía algunos detalles que hicieron en ella un espacio especial para él. Los domingos Mario pasaba a visitar a su hermano Raúl. En ocasiones llegaba antes que despertara su esposa Ligia María. En el pasado esto había sido un problema para Raúl, ya que su esposa salía molesta porque los señores le robaban unos últimos minutos de preciado sueño al armar un escándalo con sus voces que parecían incapaces de ser discretas. Mario entonces, para evitar el regaño, hacía tiempo yendo por el diario. Este momento le parecía ideal para convivir con su sobrina, quien estaba despierta ya, jugando en el patio.  "¿Me quieres acompañar?", le preguntaba el hombre alto de pelo chino y ojos azules con lentes de fondo de botella. Ligia sonreía, Mario cerraba el puño, dejando estirado únicamente el dedo índice, para que Ligia lo tomara con su manita entera. Mario caminaba con su sobrina al ritmo de sus pequeños pasos dos cuadras, donde en la esquina tenían las noticias de esa mañana.

Ligia tenía la seguridad que Mario, como tantos miembros de su familia, la cuidaría. Excepto para nadar... Él tenía la firme convicción que la mejor manera de aprender a nadar era aventándose al agua, y así hizo con Ligia una tarde acalorada. La pobre tragó lo que parecían cubetas de agua y salió asustada. Conservaría este recuerdo con un poco de rencor por el resto de su vida, y hasta pasados sus 80 años contaría este trauma. La realidad es que había funcionado, Ligia pasó muchos veranos nadando feliz sin miedo a ahogarse en el mar de Progreso, y cada que veía un tanque o piscina veía la manera de meterse para refrescarse, aunque tuviera que fingir caer por torpeza.

Ligia era aún niña cuando su tío Mario llevó por primera vez a Chela. Una rubia voluptuosa de ojos verdes, con un gran vocabulario y aún mejores modales. Graciela era la hija de Elena y Simón, el dueño de los mejores juegos mecánicos de la feria, a los que Ligia iba cada que podía. Fue el primer motivo para quererla, tal vez podría subirse cuantas veces quisiera al carrusel, sin tener que rogarle a sus padres. 

Después se dio cuenta que era uno de los motivos con menos peso. Graciela encontraba la alegría en cualquier momento cotidiano. Cuando ella te escuchaba, era como si fueras lo único que existía en el mundo al verte hablar, y encontraba la manera de festejar cualquier triunfo o alegría que uno le compartiera. Su generosidad también era digna de notarse. Un día la hermanita de Ligia, cuando era ya adolescente, fue a visitar a sus tíos a la Ciudad de México. Ellos tenían un compromiso, una boda a la cual habían confirmado asistir hacía unas semanas. Lía, la hermanita de Ligia no venía preparada para ese evento. Por lo que fingió un dolor de cabeza y dijo que prefería quedarse en casa. Antes de salir Mario y Graciela, ella hizo un último intento de convencerla. "Vamos, bailaremos hasta que nos duelan los pies." dijo su tía sonriente. "Si tuviera un vestido tan lindo como el tuyo, pero no tengo qué ponerme", contestó Lía. Chela se desabotonó frente a ella, deslizando el vestido hasta el piso para entregárselo a Lía, quedándose en fondo. "Póntelo en lo que yo voy a ponerme otro. Apúrate antes que se desespere tu tío Mario". 

Mario, hijo de la seria Pilar, un introvertido empedernido, conoció a Graciela cuando su mejor amigo Fernando le rogó que lo acompañara a visitar a su enamorada. " Tú puedes platicar con su hermanita, la chaperona, a lo mejor la distraes lo suficiente para que yo pueda darle un beso por fin a Ena". Mario titubeó. Sonaba como el momento más incómodo que tendría que soportar. Pero, Fernando era su mejor amigo, y si no podía ayudarle en esto, cómo le podría compensar todas las carcajadas que le arrancaba cada que se reunían. 

Aprovechando que el clima estaba fresco, Mario se puso un saco viejo que heredó de uno de sus hermanos, que su madre había reparado y re-costurado un par de veces. Peinó con grasa sus chinos rebeldes. Limpió los lentes que desde niño estaba obligado a usar, y esperó a Fernando en la puerta de su casa, para llegar juntos a la misión que había aceptado tomar parte. 

Caminaron y así se ahorraron los centavos de la Guagua, nuestra versión de la combi.

Ena abrió la puerta. Llevaba un vestido digno de un baile. Mario no sabía cuánto tiempo aguantaría este formalismo. Pero ya estaba ahí. Ambos caballeros pasaron a la sala, donde les esperaba una limonada con chaya. Ena sirvió tres vasos con el brebaje verde. Después se asomó al patio central y gritó "Chela, ya llegaron los invitados, ¡ven a acompañarnos!" 


Guaby, ¿ya se te olvidó Ligia verdad?

Güero, recuérdame nunca invitarte al teatro.


Chela apareció en un vestido sencillo de algodón con detalles casi imperceptibles de flores blancas bordadas. Sin embargo, aquella joven parecía la protagonista de una pintura italiana renacentista, como años más tarde aprendería Mario, tras recorrer todos los museos de México y Europa para acompañar a su esposa, quien amaba el arte. Él permaneció absolutamente callado. Se tomó un par de minutos para regresar, esa mujer lo había ausentado entre visiones de mar y flores con el perfume más cautivador que había tenido el placer de percibir. 

La joven de quince años interrumpió sus pensamientos. "¿Quieres limonada?", preguntó Chela. 

A lo que Mario respondió, "¿qué piensas sobre Marx?". Graciela soltó una carcajada. "Creo que prefiero a Freud". Ella tenía una afición por la lectura desde que tuvo la capacidad de interpretar la palabra escrita. Alguna vez encontró por error en la biblioteca un libro sobre psicología y se obsesionó con estudiar el subconsciente y cómo funciona. También sabía algo sobre el socialismo, ya que era un tema acalorado que algunos jóvenes, como Mario, se quedaban horas planteando como una opción de verdadera utopía.

Mario sonrió. Jamás había buscado a ninguna mujer, y ahora sabía que no tendría que hacerlo mientras Graciela estuviera viva. 

Ligia adoraba a su tío Mario, pero la nueva adición a su familia, Graciela, muy rápido se ganó el lugar predilecto de tía favorita. 

Mario estudió Topografía en Mérida, pero se dio cuenta que no sería suficiente para darle a Graciela la vida que él quería ofrecerle. Tendría que ser ingeniero. "Chela, vamos a la Ciudad de México". Chela aceptó. Se casarían, ahora que cubría ella con las condiciones que sus padres Elena y Simón le habían impuesto: tener 18 años y terminar el bachillerato. 

Toda la familia estaba feliz por ellos. "A ver si viviendo con Chelita se corrige el carácter de Marito" decían las mujeres de su familia. 

Ligia estaba muy emocionada, sería la primera boda a la que estaba invitada. Fue con su madre a escoger la tela de encaje blanco para su vestido y zapatos nuevos. Su tía Chela le pidió que entrara como parte de la procesión tirando florecitas en el camino. Soñaba con bailar toda la noche con su tía nueva y sus hermanas. 

Esa mañana se levantó de un brinco. "¡Hoy es la fiesta!", gritó la niña. Y como resorte, regresó de un brinco a la cama. Su mamá llegó por ella. "Chiquita, estás muy chapeada", dijo mientras le tocó la frente. "Tienes fiebre, ahora mando por el médico". Ligia quería decir que no, que se sentía bien, que estaba lista para la fiesta. Pero no pudo y tuvo que correr al baño de la casa. Soltó una lágrima ante su incapacidad para mentir de tan mal que se sentía. 

"¿Qué es tifoidea? Odio la tifoidea.", dijo la niña de seis años. Ella llevaba esperando esta fiesta por meses, ya hasta podía aguantar dormir después de las 10, habiendo música seguro aguantaría más. Y su vestido que tan lindo había quedado... Seguro no le quedaría para la próxima fiesta y terminaría siendo de su hermanita. Ligia se quedó en casa con su nana mientras sus padres fueron a la ceremonia y fiesta de Mario y Graciela. La pobre no podía evitar quedarse dormida, y cuando despertaba se lamentaba. No entendía para qué existía la tifoidea si solo servía para fastidiar a la gente. Su nana le dejó un caldo de gallina y verduras en la puerta. Encima de todo, no podría acercarse a su hermanita ni a nadie de su familia porque podría contagiarlos.

Ligia se quedó en un triste sueño mucho antes de las once. A lo lejos escuchó voces. Serían parte de uno de esos sueños locos que tiene a veces. Las voces se acercaron. ¿Eran sus tíos? Estaba tan triste que soñaba con ellos. Escuchó a su madre también, a lo lejos. Cuando empezó a escuchar música tuvo que abrir los ojos. Estaba despierta, y lo que escuchaba no era un sueño. Se veían las luces afuera prendidas, y la música vals tocaba desde el comedor. Quería salir y ver qué pasaba, pero su nana le había dicho que no podía pasar de la puerta de la habitación. 

Escuchó golpecitos en su ventana, y ahí estaba Chela, más hermosa que nunca. Ligia notó que había teñido su cabello de color oscuro. Ella siempre pensó que su pelo rubio era muy hermoso, pero ahora se veía como las cantantes en las portadas de los discos que escuchaban sus padres. 

Corrió a la ventana, la abrió con sus manitas para encontrar a su tío Mario también, vestido con traje oscuro. El vestido de su tía tenía una cola que sostenía con su mano, y en la otra llevaba un ramo de claveles y margaritas. 

Chela se puso frente a Mario, ambos con sus zapatos de fiesta sobre el pasto del patio interior de la casa. Ella hizo una reverencia, Mario le siguió la corriente. Sonrieron y se pusieron a bailar el vals. 




Desde su ventana se podían ver las estrellas que brillaban sobre aquel patio interior de la casa. Esas estrellas parecían derretirse sobre los novios como tiras de luces para acompañarlos en tan hermoso baile. Ligia olvidó la fiebre y el malestar. Jamás había sentido tanta felicidad a pesar de estar enferma. Ella los acompañó desde su habitación, dando vueltas sobre su propio eje, sosteniendo su camisón de algodón como si fuera un vestido abultado. 

La canción llegó a su fin y ellos repitieron la reverencia que hicieron al inicio. Graciela y Mario se acercaron a la ventana. Ligia saltó mientras aplaudía. Les preguntó todo. Pidió que se dieran un beso para saber cómo había terminado la misa y no perderse de nada. Les contó cómo era el vestido que se hubiera puesto, y cómo había sido su día.

Cuando la niña terminó su monólogo, cansada por el esfuerzo, Chela le sonrió y se acercó un poco para asentar el ramo de flores blancas en el marco de la ventana de aquella habitación en la que Ligia había pasado el día entero. "No podía terminar nuestra fiesta sin ti, sobrina. Estas flores son tuyas.", dijo su tía, para después volarle un beso con su mano. "Buenas noches chiquita", dijo su tío Mario. 

Ligia conservó ese y miles de recuerdos más de sus tíos favoritos, pero atesora este como el más especial, ya que pudo participar del día que Graciela se hizo oficialmente su tía, y lo seguiría siendo por el resto de su vida.



Gracias Tía Ligia por inspirar esta historia. Y por todo el labor que haces para que este mundo sea mejor. https://www.facebook.com/RedRahamimMexico/videos/764822910808828/


Leer "Un regalo de cumpleaños".

Comentarios

  1. Siempre me conmueve la forma en que cuentas tus historias, Gaby! Nunca dejes de escribir! Lo haces maravillosamente!

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  2. Verdaderamente sorprendido. Ese Fernando es mi adorado abuelo, una de las personas más importantes en mi vida, me atrevería a decir, la más importante en mi vida, cuando nos dejo, yo cambié mucho, me afectó mucho y hasta el día de hoy sigo lamentando su pérdida. Esa historia de la visita a las hermanas, si me la sabía, las foto ya la conocía, es preciosa, a la tía Ligia también la conocí, pero conviví mucho más con su hermano o sobrino, el tío fanfy, Francisco Cámara Cano, primo hermano de tu papá. Mi compañero de parranda, mucho tiempo. En fin, que te puedo decir, me encanta como lo narras y describes, con una calidez maravillosa que lo incita a uno a querer seguir leyendo, ha tener mucha hambre para conocer más sobre estos fantásticos relatos

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