Un regalo de cumpleaños.
Leer "La boda de los tíos de Ligia".
"Mario... ya empezó", dijo Chela sentada en el borde de la cama. Estaban tomando la siesta después de comer.
"Chela, no vaciles."
"No vacilo Mario, ya empezó."
"Voy por tus cosas. Ándate a casa de tu mamá."
Chela se levantó de la cama y se puso el vestido que llevaba puesto más temprano, se lo había quitado para no arrugarlo al descansar. Pasó por el espejo, se acomodó el pelo, se pintó la boca, tomó su bolso, salió de casa y se puso a caminar.
Por la calle fue saludando por su nombre a los señores que estaban en sus mecedoras tomando el fresco. Se detenía cada par de minutos a sostenerse de la pared y respirar en lo que pasaba la contracción.
Por fin llegó a casa de Doña Elena.
La Nana Emilia, la recibió en la puerta, vestida como siempre con su hipil bordado de flores rojas y rosas. "¿Qué pasó Chelita?"
"Ya empezó."
La Nana gritó. "¡Doña Elena! Está aquí su hija. ¡Venga a la cocina!"
Chela se sentó en la cocina y se quitó los zapatos. En la mesa estaba la masa ya lista en pequeños bollos, rellenos de queso de bola, esperando para ser horneados. Las patitas tendrían que esperar.
Su mamá llegó apurada y le dio un beso a Chela en la frente. "Nana, ve por sábanas y paños en lo que yo limpio la mesa. Dile al Chel que vaya por la partera."
Elena acomodó la masa cruda en una bandeja y la metió al horno sin prender. Después cepilló rápido la mesa con agua y jabón, para después limpiarla con un paño húmedo.
El Chel se asomó a la cocina, "¿ya están las patas?".
"Chiquito, ándate por la partera, dile que Chela ya está lista."
Chel salió corriendo de la casa.
Nana Emilia volvió con sábanas y paños limpios. Puso una sábana sobre la mesa, después puso a hervir agua. Mojó un paño con agua fresca y se lo puso a Chela en la frente.
Llegó Mario apurado. "¿Cómo estás Chela?"
"Yernito, ándate al patio. Yo te aviso." Mario dudó un momento, y se encaminó por el pasillo hasta el patio central de aquella casa sobre la calle 64 del centro de Mérida.
Después de unos minutos llegó el Chel con la partera, a la que había despertado de la siesta. "¡Ya llegué con la partera! ¿Ya están las patas?"
"Chel, ándate al patio con tu cuñado y cuida que nadie se asome por acá." dijo Elena.
El Chel se sentó a lado de Mario, en el patio, con los brazos cruzados porque no comería las patas que desde la mañana se estaba saboreando.
Las contracciones empezaron a ser más frecuentes así como las exhalaciones de Chela.
La partera le pidió a Chela que se acueste en la mesa, y le ayudó a poner su cabeza sobre una almohada que había traído la Nana Emilia.
Después de lo que para Mario se sintió como una eternidad, el Chel y él escucharon silencio absoluto. Mario se quitó las gafas, las limpió con su pañuelo, y se las volvió a poner. El patio tenía unas buganvilias rosas que le gustaban mucho, pero hoy no las podía disfrutar. Se levantó de su silla.
Cuando estaba a punto de caminar hacia la cocina, con esos pasos firmes y largos, casi enojados que le caracterizaban, escuchó por primera vez la voz de su primer hijo al llorar. Mario Cámara Cáceres había llegado.
22 de enero 1944.
Maravilloso, siento como si estuviese siendo testigo de ese momento en vivo y a todo color. Excelente descripción del abuelo Mario, que fue mi tío abuelo, siempre la admiré y respeté mucho y me encantaba poder conversar con el, eso sí muy serio, la verdad, es que a veces me daba un poco de temor, porque no sabía si en ese momento de verás estaba molesto o era su "natural". Tuve la fortuna de conocerlo y convivir con el. Me siento bendecido.
ResponderEliminar